Al otro lado del río, más allá
de donde la vista alcanza a mirar,
se alza un pequeño castillo.
¿A quién pertenecerá?
Por sus praderas cada día
una joven veo pasear.
Haga el tiempo que haga,
siempre en ellas está.
Hasta mí llega su melodía,
dulce y bello cantar,
y el perfume de las rosas
que en su jardín debió plantar.
En la torre más alta
de noche sale a mirar
cómo el cielo se llena de estrellas.
Y se pone a llorar.
Nunca entendí su llanto
ni puede ir a preguntar.
Mas escuché en su canto
que ella jamás escapará.
La bella dama vive encerrada
en su jaula de cristal.
Viviendo feliz de día,
sufriendo de noche la realidad.
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