lunes, 11 de junio de 2012

Simplemente dolor

Detrás de la sangre y el corazón


Manos manchadas
de tu sangre derramada,
de la dulce muerte deseada,
de las grandes traiciones amada,
de todas las veces que clavé la espada.
Y luego le di a todo la espalda,
me marché, huí sin avisar,
no te di tiempo a reaccionar,
supe que siempre te iba a amar,
pero que lo nuestro imposible era, sería y será.

Así que me hice amante del dolor,
del sufrimiento que causaba mi temor
de ese precioso color
carmín, marcado con tu olor.
Y no me desprendía de esa sensación,
ese sentimiento que helaba mi corazón,
que quería pedir perdón,
pero que en silencio callaba lleno de terror.

Por lo que a la muerte imploré,
la pedí que con ella me llevara.
Y, aunque por más que lo deseé,
no me dejó hacer que esto acabara,
seguí adelante hasta que yo lo terminé,
puse el punto y final a todo lo que antaño empezara.

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